Y entonces hice lo que debía, corrí tan rápido y subí tan alto cómo pude, me quedé ahí por mucho tiempo, el suficiente para aburrirme y quedarme sola , muchos subían otros bajaban, pero los de los lados nunca. A diario me caían carcajadas cuando me sentaba a descansar al borde de mi espacio, eran esos malditos inconsiderados de arriba, me quedé en ese lugar porque me cansé al seguir un camino, pero la curiosidad de explorar los espacios de arriba me llamaban cada vez más, al fin y alcabo me estaba convirtiendo a la manera de mis vecinos, estaba aceptando mi situación; justo de lo que antes huí.
Me armé de valor y una mañana muy temprano emprendí mi viaje, el más incierto de mi vida quizás, sólo la voz de mi ángel llevé conmigo, esa voz siempre me alehentó a llegar al final de las cosas, me podría ser útil, pensé. Conforme avancé, la subida se hizo más inclinada, casi al final del trayecto, las risas, el llanto, la euforia los extraños ruidos mezclados me hicieron sentir una ansiedad que escasas veces sentí anteriormente, mi pie derecho dio un paso atrás, el izquierdo quiso dar dos, la voz, esa voz... de nuevo me llevó al final, o al principio, ya no lo sé... entré por la puerta más pequeña, los rostros de los y las presentes se giraron hacía mi, comenzaron a murmuran entre sí, salí corriendo y me fui a una especie de cueva oscura, dudé en entrar pero al ver la luz no tan lejos, me metí hasta adentro, todos veían endiosados una imagen, traté de acercarme para conocer el motivo de la atención, no me permitieron pasar, los hombros de los presentes no se movieron ni siquiera ante mi petición insistente; mi interés se perdió y decidí salir de ahí, eso era tan raro, ya no sabía siquiera si podía regresar, mis piernas me traicionaron y caí sentada , comencé a llorar, llorar cómo siempre quise hacerlo, con los latidos desbocados, derrochando sollozos; me acerque en mi estado a la orilla de aquél lugar, sola, cubierta por esa consoladora voz, deje caer mis piernas por el borde y miré muchas veces hacia abajo y a los lados, porque arriba ya no había nada.