El frio comenzó a agudecer y tras esperar más de 15 minutos la ruta de transporte que me deja más cerca de mi casa, opte por la segunda opción con la que cámino más, pero es más rápida, sostuve mi credencial de estudiante y las monedas en mi mano derecha, al acercarlas al chofer, hizo un movimiento que las tiró al suelo, hice por recogerla, pero una mano tatuada se adelantó y la puso en la mía, yo conocía ese diseño, yo lo hice; al levantar mi mirada lo confirmé, eras tú… por unos segundos no pude despegar mi mirada de la tuya, hasta la señora que me empujó para que avanzara lo notó, por un instante el tiempo se redujo a pasar por mi cabeza un flash back de nuestra historia, cuando nos regresamos de raide de San Blas, porque te metiste al mar con el dinero y lo perdiste, yo venia echando madres y tu riéndote de mi por los piquetes de gegenes en mis piernas. Cuando pusiste a Leonor tu tarántula en mi hombro, para que venciera mi temor hacia ella, con lo que no contaste fue que el verle los ojitos tan cerca solo lo aumentó. El que me cargaras de “princesa” para pasar los charcos, el que quisieras ser más que amigos, el que yo no, el que no supe cómo actuar a partir de que lo me lo dijiste, el que no lo intenté… después de unos segundos de solo escuchar los murmullos de los pasajeros, rompiste el silencio con un “wey estorbas” , una risita salió de mi boca, me senté del lado del pasillo, un mochilazo de un chavito de secundaria me hizo pedirte que me dejaras la ventana, después de hacer y responder preguntas superficiales por 10 minutos, te levantaste para bajar… sin más ni más, una cuestión salió de tus labios “ tienes quién te pase los charcos??” y respondí con lo único que podía… “demasiados charcos en Tepic, me han dicho que en Aguascalientes el clima está mejor…” respondiste con ese gesto que embobaba a mis amigas en la prepa, y lo supe, aún no sé cómo lidiar contigo.